sábado, 29 de septiembre de 2012

Tres

Parálisis corporal, mala ostia contenida en su cara y su mente pensando demasiado rápido. Le gustaba la lluvia, lo había admitido demasiadas veces, pero acababa de caer en sus redes. La lluvia lo hace todo más lento y nos mete más prisa y ella, pese a ser de las que prefiere parase a observar,había sido contagiada por ese ritmo trepidante que marcaban las gotas de agua en todos los cuerpos de la calle. Prefería mojarse a llevar paraguas, de hecho, le encantaba sentir la lluvia cayendo sobre ella; pero calarse de abajo a arriba no estaba en sus planes, por que el agua del suelo no es limpia.  De ser otro día muy diferente al de hoy, el hecho de meter el pie en ese charco apenas si le habría molestado o incluso hasta le habría hecho gracia, pero hoy era lo peor que le podía pasar. 

Clara, convencida de su mala suerte, estaba muy lejos de su casa y empapada de pies a cintura de un agua marrón que le tenía paralizada. 

- no me dejes eso a mí; por que si no lo rompo, lo pierdo.
- no vengas conmigo no vaya a ser que te gafe a ti también
- Oye mira, llevo 22 años de mi vida conmigo misma, y si te digo que a mi esas cosas no me pasan es por que lo sé, no todos tenemos tu suerte.
- ¿ Por qué siempre se me cae la tostada por el lado de la mantequilla?
- estupendo...se me ha borrado todo otra vez

Si hacia recuento de las veces que había dicho esas frases o similares en los tres últimos meses, perdería la cuenta además de la cabeza. Estaba segura de que si fumara se encendería todos los cigarros justo cuando viniera el autobús, pero le había tocado resignarse a admitir que cada vez que llegara a la parada, fuese en la dirección que fuese, siempre llegaría primero el de la dirección contraria. Si la ley de Murphy se cumplía siempre hoy, llovía sobre mojado.  ( Ley de Murphy: forma cómica y mayoritariamente ficticia de explicar los infortunios en todo tipo de ámbitos que, a grandes rasgos, se basa en el adagio siguiente: si algo puede salir mal, saldrá mal)

Saliendo poco a poco de su shock, decidió continuar su camino. Es entonces cuando aquel coche tuvo su misma mala suerte y metió "un pie" en el charco, a punto estuvo de que la mala suerte de aquel coche fuese de nuevo la suya. Y entonces, volvió a parar. Por primera vez en mucho tiempo había sido consciente de que había tenido un poquito de suerte, por el mero hecho de que ese coche no  le llegó a salpicar. Se paró un segundo, miró al cielo y dejó que la lluvia la hiciera sonreír. Continuó su camino, esta vez en dirección contraria, tenía que aprovechar su racha de buena suerte,y se dirigía hacia ella. 

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Dos

Regresar a las siete de la mañana de fiesta, con las venas repletas de alcohol , sin saber donde está el suelo para poner bien los pies y con su edad, no siempre significaba haber salido de fiesta. Incluso si así fuera, tampoco tenía por qué significar haberlo pasado bien. Y ese era su caso. Pablo había salido de su casa a olvidarse de la vida, y como de costumbre, no había conseguido hacerlo. A sus veinticuatro años, la vida le pesaba más de la cuenta. Temía el futuro, odiaba el pasado y no entendía el presente. Y aun con todo, sabía que no tenía derecho a quejarse, por eso, a veces sonreía agarrado a las sonrisas de los demás.


Se tumbó en la cama sin los zapatos, pero con todo lo demás.  La habitación le daba vueltas y él le daba vueltas a todo. Probablemente hubiera caído al minuto uno de tumbarse de no ser por el redbull que le hacia estar más despierto que nunca. Ahí estaba de nuevo, aquel sonido que le devolvía a la realidad. Su madre al otro lado del teleéfono, a las 8:00 de la mañana para contarle su horrible noche, o cualquier preocupación absurda acerca de su padre, al que él también odiaba pero del cual no podía divorciarse.

- un hijo no puede divorciarse de un padre, mamá, asi que no metas más mierda  de la que ya conozco- se encontró pensando en alto.

Casí como un acto reflejo tiró el movil al suelo. A las ocho de la mañana la gente normal dormía y el resto empezaba a dormir en el segundo turno, como solía decir su abuelo, pero nadie hacia de psicoanalista a esas horas.

Volvió a sonar el movil, esta vez era el sonido de las pastillas. Dichosas ellas, su rutina más odiosa. Eran su medicina para estar bien pero al mismo tiempo se componían de todo lo que le hacía estar mal. No podía vivir así, no lo soportaba más, por un momento pensó hacer lo mismo que con el móvil, pero con más rabia, luego se resignó a tomárselas, con la rabia contenida.

Esta vez no lo oyó, pero sabía que sonaría, así que se adelantó unos minutos y se metió en la ducha, le tocaba volver al trabajo. Se encontró como el protagonista de Rayuela de Julio Cortazar debajo de la lluvia, uno de sus libros favoritos y recordó aquella cita

  " levantó la cara y dejó que la lluvia lo empapara del todo. Así nadie podía darse cuenta, con la cara cubierta de agua nadie podría darse cuenta"