Clara, convencida de su mala suerte, estaba muy lejos de su casa y empapada de pies a cintura de un agua marrón que le tenía paralizada.
- no me dejes eso a mí; por que si no lo rompo, lo pierdo.
- no vengas conmigo no vaya a ser que te gafe a ti también
- Oye mira, llevo 22 años de mi vida conmigo misma, y si te digo que a mi esas cosas no me pasan es por que lo sé, no todos tenemos tu suerte.
- ¿ Por qué siempre se me cae la tostada por el lado de la mantequilla?
- estupendo...se me ha borrado todo otra vez
Si hacia recuento de las veces que había dicho esas frases o similares en los tres últimos meses, perdería la cuenta además de la cabeza. Estaba segura de que si fumara se encendería todos los cigarros justo cuando viniera el autobús, pero le había tocado resignarse a admitir que cada vez que llegara a la parada, fuese en la dirección que fuese, siempre llegaría primero el de la dirección contraria. Si la ley de Murphy se cumplía siempre hoy, llovía sobre mojado. ( Ley de Murphy: forma cómica y mayoritariamente ficticia de explicar los infortunios en todo tipo de ámbitos que, a grandes rasgos, se basa en el adagio siguiente: si algo puede salir mal, saldrá mal)
Saliendo poco a poco de su shock, decidió continuar su camino. Es entonces cuando aquel coche tuvo su misma mala suerte y metió "un pie" en el charco, a punto estuvo de que la mala suerte de aquel coche fuese de nuevo la suya. Y entonces, volvió a parar. Por primera vez en mucho tiempo había sido consciente de que había tenido un poquito de suerte, por el mero hecho de que ese coche no le llegó a salpicar. Se paró un segundo, miró al cielo y dejó que la lluvia la hiciera sonreír. Continuó su camino, esta vez en dirección contraria, tenía que aprovechar su racha de buena suerte,y se dirigía hacia ella.