miércoles, 5 de septiembre de 2012

Dos

Regresar a las siete de la mañana de fiesta, con las venas repletas de alcohol , sin saber donde está el suelo para poner bien los pies y con su edad, no siempre significaba haber salido de fiesta. Incluso si así fuera, tampoco tenía por qué significar haberlo pasado bien. Y ese era su caso. Pablo había salido de su casa a olvidarse de la vida, y como de costumbre, no había conseguido hacerlo. A sus veinticuatro años, la vida le pesaba más de la cuenta. Temía el futuro, odiaba el pasado y no entendía el presente. Y aun con todo, sabía que no tenía derecho a quejarse, por eso, a veces sonreía agarrado a las sonrisas de los demás.


Se tumbó en la cama sin los zapatos, pero con todo lo demás.  La habitación le daba vueltas y él le daba vueltas a todo. Probablemente hubiera caído al minuto uno de tumbarse de no ser por el redbull que le hacia estar más despierto que nunca. Ahí estaba de nuevo, aquel sonido que le devolvía a la realidad. Su madre al otro lado del teleéfono, a las 8:00 de la mañana para contarle su horrible noche, o cualquier preocupación absurda acerca de su padre, al que él también odiaba pero del cual no podía divorciarse.

- un hijo no puede divorciarse de un padre, mamá, asi que no metas más mierda  de la que ya conozco- se encontró pensando en alto.

Casí como un acto reflejo tiró el movil al suelo. A las ocho de la mañana la gente normal dormía y el resto empezaba a dormir en el segundo turno, como solía decir su abuelo, pero nadie hacia de psicoanalista a esas horas.

Volvió a sonar el movil, esta vez era el sonido de las pastillas. Dichosas ellas, su rutina más odiosa. Eran su medicina para estar bien pero al mismo tiempo se componían de todo lo que le hacía estar mal. No podía vivir así, no lo soportaba más, por un momento pensó hacer lo mismo que con el móvil, pero con más rabia, luego se resignó a tomárselas, con la rabia contenida.

Esta vez no lo oyó, pero sabía que sonaría, así que se adelantó unos minutos y se metió en la ducha, le tocaba volver al trabajo. Se encontró como el protagonista de Rayuela de Julio Cortazar debajo de la lluvia, uno de sus libros favoritos y recordó aquella cita

  " levantó la cara y dejó que la lluvia lo empapara del todo. Así nadie podía darse cuenta, con la cara cubierta de agua nadie podría darse cuenta"

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