martes, 23 de abril de 2013

( )eso...

Aún les quedaba el eco entre las costuras...A penas sí habían amanecido de un ojo, cada uno en la cama equivocada. Del otro lado del colchón, con los calcetines por las esquinas. Él desde sus vientos, ella desde sus almohadas. El sol volvía hacer de las suyas, anunciando un nuevo mañana. Ella rodeada de focos y de palabras de corta y pega y él rodeado de notas que no le pertenecían. Las palabras de vidas ajenas, de historias paralelas y pasados pisados, escocían entre las ganas. Y entre tanto se arrugaban las palabras de rabia, como se arrugan los papeles impregnados de frases destartaladas, huérfanas de amor, incrustadas entre tachones que ocultan su verdadera esencia. Pero entre tanto, las ganas tomaban protagonismo y maquiavélicas decidían por inercia lo que el subconsciente más consciente andaba pidiendo a gritos.

Y volvían a ellos entre las luces que decoraban unas canciones con sabor a juventud añeja. Ella vestida de extrañeza, pero más guapa que nunca, con la belleza recogida en una coleta y los ojos y los labios al descubierto, sin protección. Él, conservando su esencia sin aderezos, se le salían por los ojos, se le caían de los labios y se le incrustaba en la piel todo lo bonito que era.

Y así, exentos de decisiones, ahuyentaban las preguntas sin respuesta e improvisaban otras formas de ser juntos. A ella le sobraban las cervezas por tener el estómago lleno ya, de otro sabor. Y tras dar en la diana, se montaron en las cosquillas. De pronto, habiendo olvidado como habían llegado hasta allí, ante la cristalera panorámica que les invitaba a cambiar de sentido la vista, uniendo sus direcciones en un sólo punto, empezaban a manejar los hilos. Él le invitaba a ser búho de nuevo, por una noche y ella colocaba sus piernas en la postura equivocada.

Desprendida de toda seguridad, empezaba a desvirgarse de sentimientos de tapadera, que lanzaba al aire por si alguna vez tenia que agarrarse a ellos. Mientras él alegaba un discurso más propio de después, pero que retrataba lo necesario: la no promesa que prometía más que nunca. Ella desde su asiento masticaba las palabras de él y llenaba de inquietud su estómago que llegaba hasta su garganta. Ante la mudez repentina, el abrazo era lo inevitable, la escusa perfecta para acortar distancias. Y una vez allí, la separación de dos milímetros, lo justo para poder mirarse por dentro. Sus ojos ya estaban en los del otro, ahora sólo faltaban sus labios. Y entonces ella, que le había invitado a lo valiente, y él que había luchado contra su silencio...se hacían uno. Besándose el alma, dejando salir el corazón por la boca, amando cada mordisco, adorando ese sabor, sintiendo esa piel, cargándose de nervios, volcándose las ganas, llamando a la esperanza, bebiéndose sus vidas. Allí, en mitad de la noche de un mes que se auguraba precioso. De una primavera más alterada que nunca. Allí volvían a ser en secreto, dejándose las impurezas y las taras al otro lado de la puerta, haciendo eclipsar sus lunas. Siendo sin final el mar eterno de un beso. El más bonito que habían probado nunca. Y volverían allí mil veces, dejándose arrastrar a la inmensidad de su eco.

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