jueves, 5 de julio de 2012

Eso no se borra

Cogió el teléfono entre sus manos y se dispuso a marcar la tecla que removía los sentimientos desde las entrañas, con un profundo olor a pasado. El reloj había consumido ya, la mitad de sus horas. Había pensado, sopesado, buscado el lugar y el tiempo adecuados y era la primera vez en 5 meses que se disponía a hacerlo. Se había mordido los dedos muchas veces, recurriendo a todo tipo de alternativas para no meterse en terreno ajeno. Ya nada le pertenecía, era algo que había tenido tiempo de aprender.
Eso no se borra
Esas cuatro palabras se habían dibujado delante de sus ojos y se habían quedado incrustadas en su retina, era lo único que le había hecho sonreír de verdad en todo este tiempo, sonreír con todo el cuerpo, por dentro muy dentro. Apenas cuatro palabras... cuatro, se dijo en voz alta para sí.


De pronto , su voz.  Hubo un instante de silencio al comienzo, como si ambos se hubiesen visto primero y después hubiesen cortado el aire que les separaba, con alguna de esas palabras gastadas del uso. Y allí, en mitad de ese campo seco lleno de sol y de verano, se coló por el hueco que la arrastraba al pasado, a través de su oído. No fueron más que contados segundos, primero.


Su voz, y con ella los recuerdos.


 Las escaleras que subían al séptimo inhabitado; ella con los ojos cerrados, el hablándole al oído, ella mirándole a los ojos, él sonriendo, ella enamorándose de su voz, el enamorándose de ella, ella sintiéndose en medio de una película, él haciéndole sentir.


El primer encuentro después de muchas palabras escritas. Caminando sin rumbo fijo pero con final sellado. Cada uno en su esencia más profunda dispuesta a ser regalada. El todo voz, ella todo palabra. Hablaba sin parar pese a haber acusado su timbre, su tono, su cadencia, su musicalidad y haberla valorado como lo más bonito que había llegado nunca a sus oídos. Su nerviosismo y sus ganas expuestas.


De pronto y de nuevo su voz la hizo salir de allí, de los recuerdos que formaban pasado de un pasado, un antes anterior a lo ya vivido. Cerró esa caja de Pandora que le hacía revivir a pequeños sorbos. Tenían que quedarse allí y vivir con ella mucho tiempo. Eso no se borra, volvió a pensar para sí.  Apenas si fueron unos segundos, después. Suficientes para hacerla sonreír de nuevo, estaba en el camino adecuado, lo estaban haciendo bien, ambos. Como si otra vez volviesen a ser uno, o como si nunca hubiesen dejado de serlo, pese a las distancias, pese a las diferencias, pese a las circustancias, pese a ellos mismos.

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